coleccionismo billetes Notafilia
Fuente: Veronidae

Todos tenemos una obsesión, algo que nos gusta por encima del resto de cosas y que, si nos los encontramos de frente, en pocas ocasiones conseguimos huir de comprarlo. Pueden ser billetes, dedales, motos o lápices, pero claro está que coleccionar es una hobby bien antiguo del ser humano. Sin embargo en los tiempos que vivimos actualmente, en los que predomina la volatilidad de las cosas y el fast-shopping, puede que esta afición se esté quedando en el pasado.

 

A finales del siglo XXI no era difícil conocer a alguien que poseyera un objeto en concreto en alguna de las miles de variedades que hubiera aparecido en el mercado. Además, estas personas vivían en una búsqueda continua, siempre alertas por si aparecía, por ejemplo, aquella carta de Magic de la primera edición.

carta de Magic
Fuente: Unsplash

Toda rareza es bienvenida en el mundo del coleccionismo, el atesoramiento pasa a ser obsesión y puedes acabar montando tu propio museo. Como dos universitarios rusos que decidieron conseguir una máquina tragaperras para su propia casa. Esta se llamaba Batalla Naval y había creado un imaginario que conocían todos los jóvenes soviéticos. Algo muy similar a lo que sucede hoy en día con las tragamonedas de los casinos online, inspiradas en películas o videojuegos conocidos por la gran mayoría, como Gladiator, Grease o Batman. Años después, a principios de los años dos mil, estos dos jóvenes acabaron abriendo su propio museo de las versiones soviéticas de estos aparatos.

museo maquinas recreativa universitarios rusos
Fuente: Museo de máquinas recreativas soviéticas (Wikipedia)

Por otro lado, y en menor volumen pero no cantidad, encontramos personas que llevan décadas reuniendo etiquetas de plátanos, barras de jabón o patitos de goma y que sus colecciones rondan los miles de ejemplares. También encontramos recopilaciones de lo más macabras, como la del tatuador Paul Booth en la que abundan los huesos, los esqueletos fetales o los electrodomésticos extraños, como máscaras de descargas eléctricas.

Este tipo de colección podría ser un gabinete de curiosidades similar a los que entre el siglo XVI y XVIII creaban los burgueses y que algunos continúan hoy.  En ellos mostraban al público aquellas rarezas que compraban provenientes de las grandes expediciones que, en aquel momento, empezaban a ser posibles. En ellas se podían encontrar piezas de taxidermia o especies vegetales que acababan de descubrirse, siendo estos espacios los antecesores del museo moderno.

marcas parches
Fuente: Unsplash

No obstante, actualmente vivimos sumidos en la rapidez de la vida. La tecnología ha concentrado la mayoría de nuestras actividades diarias en un solo objeto y pareciera que no necesitamos más para sobrevivir. Más aún, mudarse de un país a otro es habitual en nuestros tiempos, por lo tanto, acumular un montón de cosas que, además, no tienen por qué tener un valor económico, puede suponer una carga.

 

Por otro lado, parece que lo que coleccionamos en este principio de siglo son momentos, experiencias y, por supuesto, su fotografía y posterior publicación en alguna red social. Es posible que en esta ajetreada era nuestra colección o gabinete de curiosidades nos quepa en el bolsillo y podamos llevarlo siempre con nosotros, pero ¿Dónde queda el placer de encontrar aquel cromo de tu equipo favorito que te falta del álbum del 94?

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